De repente somos algo,
somos vida.
Amarrándonos a ella como el viento a la vela.
Raíces ávidas, sed infinita,
llanto helado, sangre tibia.
Corazones humeantes,
cielo preñado de estrellas.
Sufrimos cuando la fatiga,
el abismo golpea nuestra puerta
sin aviso previo.
Apretando angustias,
nudos en la garganta
amargos como el agua de los pozos abandonados,
como un viejo faro.
El tiempo rueda y la vida sigue,
arrugada por los sueños.
Después, el viento
borrará todas las lágrimas,
todos los latigazos de la vida.
El dolor se consume
arañando las entrañas de la tierra.